17 nov 2010

Los Cafés de antaño y Leonardo Alenza

Era obligado hablar del Café de Sólito por su relación directa con el Casino de Madrid, de actualidad por conmemorarse su centenario.

Aunque nuestra idea es recordar los Cafés madrileños de forma cronológica, en algún momento podemos cambiar el orden, sea el caso del Sólito, o el de algunos otros por tener escasas referencias sobre su fundación.

Nos permitimos la licencia de añorar aquellos espacios, más antros que Cafés en sus inicios, que utilizamos como adelanto de la variada y extensa lista de Cafés de los que intentaremos contar su historia.


Dice don Luis Arnedo en su tratado sobre ‘Los Cafés de antaño’:

“Por cada café que se cierra y los hay que perduran medio siglo sin vida aparente ni razón de ser por su mermada parroquia, se abren por lo menos dos”.

La idea de Café difiere mucho de la actual y, aunque en esencia cumplen el mismo servicio, los de antes eran cuarteles generales de los movimientos culturales que marcaron parte de la historia de nuestra literatura. Podemos decir que la historia contemporánea de España se escribió en los mármoles de las mesas de los Cafés.

De los más mentados en obras literarias podemos citar al Café del Príncipe, también llamado ‘El Parnasillo’, donde se fundará la segunda peña literaria y cafeteril madrileña con ilustres personajes como Espronceda, Zorrilla, Larra, Ventura de La Vega, Escosura, Gil y Zárate, y el propio Mesonero Romanos, entre otros.
La primera tertulia nacerá de la mano de Moratín (padre), Iriarte y otros literatos del XVIII en un Café llamado de San Sebastián. En tal caso, éste sería el primero de Madrid.

Después de la revolución de Riego, entre 1820 y 1823, se alegrará la Villa con los clubs a la francesa instalados en los Cafés de Lorencini de la Puerta del Sol, la Fontana de Oro, ubicado en la Carrera de San Jerónimo, donde estaba el convento de la Victoria, y el de la Nicolasa o de los Gorros, que era el club de los rojos o descamisados, situado en la Plaza de Santa Ana.

Estaban también los Cafés de la Alegría, que era muy malo, ubicado en la calle de la Abada, en el bajo de una fonda del mismo nombre; el de Levante, situado en la calle de Alcalá y probablemente antecesor del Nuevo Levante que se fundó con posterioridad en la Puerta del Sol; el billar-café del Morenillo, en la calle del Príncipe, conocido por hacer allí tertulias humorísticas Latorre, Luna y Guzmán.
 
Los cien mil hijos de San Luis harán languidecer los madrileños Cafés, llegando incluso a cerrar, y pasará a ser entretenimiento habitual la horca alzada en la Plaza de la Cebada.

En la Plaza de Santo Domingo se fundará el Café El Realista, que cerrará sus puertas a la muerte de Fernando VII (29 de septiembre de 1830) y con él renacerá la afición a los Cafés.

Entre 1830 y 1840 ‘El Parnasilo’ gozará de su máximo esplendor; se fundarán los Cafés de Genieys (Café y fonda en la calle de la Reina); el Café Nuevo, ubicado en la calle de Alcalá; el Neptuno, en Caballero de Gracia; Espejo, en la calle de Carretas, y continuarán los ya citados de Lorencini, Alegría y Levante; las botillerías de Canosa, de Pombo , y los de Malta y Solís.

El Café Suizo fue fundado antes de la Vicalvarada (Revolución de 1854); de allí salieron Francisco Salmerón y Alonso y otros patriotas para unirse al piquete que venía por la plaza de toros entonando el himno de Riego. El Suizo era centro político y literario, y santuario de la ciencia, entonces tan en boga.

Por la revolución del 54 se fundó el Café Iberia, situado en la Carrera de San Jerónimo, que disponía de un reservado para señoras y era frecuentado por demócratas y literatos. El local desapareció después de la revolución y renació como café elegantísimo a principios de la Restauración. Ya en el siglo XX nacerá en el mismo sitio la cervecería Iberia, lugar donde durante muchos años estuvo la tertulia humorística de Luis Taboada y Eduardo del Palacio, el Bilis-Club.

Hubo otros muchos Cafés, algunos ya difuntos, como el Café de la Rueda; el Brillante de la calle de Alcalá, famoso por la lotería que en él se jugaba; el Imperial, famoso por sus conciertos y las tertulias taurinas a las que acudía Frascuelo; el Fornos; el Madrid; el de la Estrella; el Venecia; el Esmeralda...

Son muchos los Cafés madrileños que iremos recordando. Nada más echar un vistazo a los que hemos mencionado para darse cuenta de los muchos que hubo y cuántas cosas se fraguaron en ellos.

Café invitado
Café de Arte: Leonardo Alenza y Nieto


Hablar de Alenza es recordar las tertulias de los Cafés madrileños. Nacido en Madrid en 1807, estudia pintura con Juan Rivera y José de Madrazo pero se obsesiona por Goya, de quien será uno de sus mejores discipulos.

Alenza pintará con notable realismo las escenas cotidianas de Madrid, entre las que se encuentran las tertulias del Café de Levante. Este Café madrileño será fuente de inspiración y retratará las reuniones de literatos, artistas y políticos con gran maestría. En algunas de estas obras figura el propio Goya formando parte en las tertulias.




El Café de Levante contará en sus muros con una considerable colección de cuadros de Alenza que serán trasladados del local de la calle de Alcalá al nuevo que fundarán en la Puerta del Sol. Finalmente los cuadros serán adquiridos por un particular. (Según fuentes consultadas las obras formaría parte de la colección Lázaro Galdiano, siendo su anterior propietario el general Gómez de Arteche)

Alenza murió joven, el 30 de junio de 1845, con tan sólo 38 años y sumido en la pobreza. Sus restos iban a ser enterrados en una fosa común en el cementerio de la Puerta de Fuencarral, pero sus amigos abrieron allí mismo una suscripción para costearle un sepulcro.


Leonardo Alenza nos dejó su visión del ambiente de los Cafés de principios del siglo XIX en dibujos y lienzos, algo que nos ha llevado a recordarle mientras disfrutamos de este café invitado.

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